Normalmente, la esencia se mantiene y marca la diferencia. Pero otras veces se debe cuestionar si aquel diferenciador realmente ayudará a conseguir los objetivos que se han planteado. Tal vez y resulte ser el mayor obstáculo en el proceso.
Esta historia tiene como protagonista a un bar. Era una noche fría capitalina que obligaba a las narices y orejas a disminuir su temperatura radicalmente como señal de que las personas estarían mucho mejor en sus camas que en la calle a altas horas de la noche. Pero allí estaba un grupo de amigos universitarios intentando decidir a dónde irían a bailar esa noche. Justo debía ser esa noche pues era la conquista de un plan que llevaba varias semanas tratando de ser concretado.
Dos mujeres y tres hombres parados debatiendo los lugares, los precios, la música, el alcohol y cuanta cosa se le ocurría a uno y a otro. Hoy se vale to’ no quiero escuchar de problemas, quiero vacilón. Un poco de Whiskey. Así se escucha de un Audi que pasa a más de 80 kilómetros por hora sobre la carrera séptima.
-Marica, quiero bailar reguetón.
-Uy, no. Qué ñerada.
-¡Sí! Yo conozco un bar buenísimo. Se llama Batea.
Evelyn, trabajadora de esta discoteca menciona que no siempre se pensaba en Batea cuando se habla de reguetón o de ir a bailar con amigos un viernes por la noche.
-Pero ahora sí es reconocido en el área, le afirmo yo en medio de nuestra conversación.
-La discoteca se pensó originalmente como un lugar para que se disfrutara de la música dancehall. Ciertamente ahora la ponemos en el bar pero en menor medida. Depende del dj.
En una de esas noches de fiesta, la gente empezaba a llegar y la administración le daba la oportunidad de tocar a nuevos djs -o a los que cobraban un poco más económico- de alguna manera, era una ayuda mutua pues una parte recibía posicionamiento y otra una noche de rumba mucho más económica que lo usual.
-Mucha gente entraba y empezaba a pedir su mesa y algo de alcohol. Es típico que no se pidan botellas de Vodka o Whiskey recién se llega pues primero las personas quieren conocer el lugar y su música.
Ella trabajaba esa noche desde las 6 de la tarde así que había estado desde hacía varias horas preparando mesas, lavando pisos, alistando la loza. Todo debía estar impecable para que a las 2 de la mañana esas mismas cosas estuvieran tan desordenadas, mojadas y sucias como era normal. Y sí, ella estaba contratada para servicio a la mesa pero ahí estaba haciendo esas actividades que no tenían una representación monetaria en su trabajo. La necesidad, me dice ella.
El dj parecía ser fiel a la música que el lugar promocionaba en sus redes sociales: el mejor dancehall capitalino. Ya era medianoche, más o menos, y Batea no contaba con un 20% de asistencia en cuanto a su capacidad total. No se trataba de ubicación o de costos pues las personas llegaban y duraban un rato sentadas. El problema es llamado comúnmente como la Teoría de la Ventana Rota.
Cuando un auto tiene una ventana en mal estado, sucia y descuidada; es muy probable que otras personas que vean la ventana en ese estado, no quieran reparar o mejorar el aspecto. Su tendencia es a aportar a que la ventana -y el auto en sí- se vea sucio y roto. Un poco porcentaje de personas intervendrá para mejorar o cambiar ese estado.
Lo mismo estaba sucediendo esa noche en Batea. Aunque no con una ventana rota sino con la música que era increíble para el propietario pero descuidada para el público. Persona tras persona entraba y salía pensando en la música tan aburrida. Salían.
-No se salían por la música en sí, dice Evelyn.
-¿Cómo así, pero si estaba aburrida cómo no podría ser por lo que tocaba el dj?
-Las personas salían porque al entrar, veían que todos los demás clientes estaban sentados sin bailar y con dos o tres cervezas en la mesa.
Teoría de la gente aburrida.
El administrador intentaba hablar con el dj para que cambiara el estilo, la música, las mezclas, la actitud. Sin embargo no funcionó y esa noche terminó siendo un fracaso no solo para él, sino para el duelo y los empleados.
Noche de jueves, otra noche de sábado, Un fin de semana más. Varias noches de jueves, muchas de sábado y más de ocho fines de semana. Pasaba lo mismo. Las últimas veces ya no iba ese mismo dj pues se creyó que el problema era él. Pero sucedía una situación similar con las diferentes personas que invitaban a ambientar con música. Algo que el dueño pedía fielmente cuando hacía la entrevista era que se mantuviera el enfoque musical de Batea: el mejor dancehall capitalino. ¡Ah! y mucha actitud y buena energía. Pero poca suciedad era señal de poca diversión.
-En el sitio reinaba el desespero del dueño y su afán para que todo estuviera impecable antes de la rumba.
Era frustrante para lo trabajadores pues veían que las otras discotecas tenían un aforo bastante admirable. Y no eran muy baratas que digamos. Pero había gente que bailaba, compraba licor e incluso consumía la comida o confitería que se ofertaba.
-Hubo una reunión con el jefe. Mierda, nos van a echar a todos porque si no entran clientes, no hay plata para pagar sueldos.
Ella me cuenta que en el sector se gana buenas sumas de dinero. Si la empresa está constituida y existe un contrato de vinculación, se pagan extras y horario nocturno.
-¡Y qué mejor que todo tu turno sea un horario nocturno!
-Total. Además, no solo trabajo ahí, tengo experiencia en otras discotecas.
En esa charla el jefe mencionó dijo que quería cerrar el bar porque, después de varios meses, no se había recuperado nada de la inversión inicial y era evidente que nadie entraba a comprar. Sin embargo, un mesero habló y expresó un tema que, ciertamente, no se le había cruzado por la mente a nadie.
Después de varias semanas haciendo modificaciones e intentando posicionar el lugar con una nueva imagen, Batea empezaba a publicar mensajes como los siguientes:
Las canciones de Major Lazer o Sean Paul ya no eran tan comunes mientras que las de J Balvin, Maluma, Ozuna, Bad Bunny eran la sensación. Aforos totalmente llenos gracias a que en el proceso de contratación de djs, el requisito era ser fiel al enfoque musical del lugar. Pero este enfoque ya se había adaptado a un mercado que empujó a Batea al borde de la quiebra.
Es entonces Batea, un ejemplo de cómo la variedad músical es la clave para el éxito de estos negocios, o más bien un fuerte ejemplo del poder que tiene este género frente a otros que quedan más en un segundo plano.
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